domingo, 31 de julio de 2011

Volando en un prado que parece un lago.


Voy caminando por un lago verde
Con unos peces  que parecen flores
O tal vez sean peces imitando flores
O flores imitando peces.
Tal vez el lago sea un prado imitando al lago.
Pero en medio de aquel lugar hay algo que me llama
Algo me atrae hacia la parte mas profunda de aquel lago
Curiosa voy y me hundo sin darme cuenta.
Mis pies juegan con el agua y luego mi cuello.
Descubro un mundo nuevo donde parezco volar
El agua me envuelve en sus brazos y me acurruca para dormirme allí.
Pero yo quiero jugar con las burbujas que parecen salir de mi boca.
Algo me atrae y me hundo más y más y más.
Veo los destellos del sol en el agua, parecen estrellitas flotando.
Voy volando entre las estrellas buscando aquello que me atrae.
Que dulce es la manta que me envuelve, que acaricia mi piel.
Mis cabellos parecen danzar alrededor de mi cabeza.
Se que me ahogo pero es tan dulce tu amor que aunque me ahogue
Seguiré buscándote hasta que no pueda jugar más con las burbujas
Solo quiero danzar bajo el agua con vos
 Y si verte un segundo me cueste mi último suspiro
Seguiré  volando bajo el agua y hundiéndome más en el prado que parece un lago.
Es tan dulce tu amor que me ahogo gustosamente en él.



Ardnajela.

lunes, 25 de julio de 2011

La doncella y el arbol.


Bajo las ramas de aquel árbol se conocieron.
Cubiertos por un manto verde en verano inventaban historias.
Dentro de su regordete tronco habitaban duendes, ogros y pasadizos secretos,
Dentro de su regordete tronco se escondía su imaginación.
Bajo un manto verdoso crecieron, rieron, lloraron vivieron.
Los dos niños tenían las mismas raíces. Las raíces de aquel árbol que los solía transportar  a un mundo que solo era de ellos. Lejos de todos los problemas.
Un mundo lleno de hadas y magos.
Bajo un manto dorado y amarillo ambos niños ya grandes se enamoraron.
Bajo los rayos de sol que lograban colarse entre las retorcidas ramas y las hojas doradas.
Se declararon su amor, como único testigo estaba el árbol.
Bajo la mortecina luz de la luna que se colaba entre las ramas ambos jóvenes se citaron.
Como único testigo de ese amor estaba el árbol.
Para ella el era el aire y para el también.
Uno no podía vivir sin el otro. Se juraron amor hasta el final de los tiempos.
Pero el filo de la espada se les adelanto llevándose el aire de la doncella.
Ahora ella duerme bajo el árbol que fue testigo de su amor. Ella se sienta sobre sus ramas recordando como solían jugar en aquel árbol.
Inundada por la nostalgia un día lloro y baño las raíces de aquel árbol.
El gigante del bosque cerró sus ramas y la abrazo, con una hoja seco sus lágrimas.
El gigante le conto que el amor entre ella y su príncipe viviría por siempre mientras sus hojas sigan sintiendo el cálido sol.
Una puerta se abrió en el tronco del árbol.
La doncella bajo del árbol y fue hacia su hogar de la mano de su príncipe.
Años pasaron y no volvió a derramar una lágrima.
Otoños y primaveras pasaron, la promesa del árbol había sido cierta, ella seguía amando a su príncipe y ya no sentía la ausencia del aire.
Una tarde el filo de un hacha acaricio la corteza del árbol.
Una tarde  un extraño frio atravesó el pecho de la doncella ya anciana.
Una grieta se abrió en el tronco del gigante.
Una grieta se abrió en el pecho de la anciana.
El hacha se hundía con saña en el cuerpo del árbol.
El tronco se doblaba de dolor, sus hojas se retorcían de dolor y sus hojas intentaban escapar.
El sol se escondió tras una nube para no ver aquel horror.
La anciana se quedaba sin aire, el frio la asfixiaba, sus  ojos se humedecieron.
Los gritos desgarradores del árbol se escuchaban en el silencio del bosque.
El joven ya anciano soltó la mano de su doncella.
Ambos se miraron fijos por última vez, una mirada eterna.
El anciano se volvió joven y se desvaneció.
La anciana sola en el suelo de su hogar sentía como el un manto helado la cubría y la cegaba.
En el bosque se escucho un gran estruendo, el gigante del bosque había caído a manos de un simple hombre.
Un hombre que apenas había vivido un par de otoños, un simple hombre había dado a fin al gigante del bosque que había visto muchos otoños.
Un simple hombre con su hacha había dado fin al amor de dos jóvenes.
El resto de los arboles esperaban temerosos su fin a manos de aquella hacha.
El resto de los arboles esperaban estoicamente su fin sin poder huir.

Ardnajela Ricle.