martes, 31 de julio de 2012

En el mar del mal.


Siento  como mis brazos se cansan de remar.
Siento como mis piernas se cansan de caminar.
Siento como mi corazón se olvida de amar.
Una luz en mi interior se ahoga en el mar.
Las olas me azotan contra las rocas.
Como un muñeco de trapo el mar sin compasión me azota.
El mar me azota deshilachando mi corazón.
Mis uñas acarician las rocas intentando escapar de la furia del agua.
Pero ellas se alejan de mí dejándome naufragar.
Inerte mi cuerpo navega por el furioso mar del mal.
Las rocas se alejan de mí dejándome naufragar a mi suerte.
Inerte mi cuerpo navega por el furioso mar del mal.
Aun así una voz submarina me dice que sea fuerte.
Una voz de otro mundo me dice que esa luz se volverá a encender.
Alguien me dice que volveré a ascender.
Alguien me dice que sea fuerte y que mi corazón se volverá a encender.
Una voz de otro mundo me susurra al oído que pronto mi corazón volverá a arder.
Mi corazón volverá a amar, a sentir la pasión y a bailar sin razón.
Ese alguien serás tu?

Ardnajela Ricle.

jueves, 5 de julio de 2012

Piano.



Un piano hacia vivir sus teclas al fondo de una casona vieja. Tres niños jugaban en su jardín. Las lavandas se movían al son de la brisa otoñal junto con los liquidambers. El sol reinaba en el cielo y unas atrevidas nubes jugaban a ocultarlo. Los niños jugaban al escondite, corrían por el enorme jardín de la casona vieja, uno se escondía tras un arbusto, otro se ocultaba en la pobre copa de algún árbol y otro buscaba. Al grito de “Pica” corrían a la pared de la “casa”. Tres niños jugaban mientras un piano sonaba bajo el esqueleto de una casa destruida. Teclas que cobraban vida y reproducían una melodía, y los niños parecían no oírla.
Sin ser oída la canción voló por entre la hierba y luego mas alto  y mas alto, hasta que logro llegar a las nubes.
Las pomposas nubes se volvieron oscuras y ya no jugaron a ocultar al sol, si no que lo ahogaron. El día se volvió gris, el frió se acentuó y el viento despojo a los árboles de las pocas hojas que les quedaban. La sombra se apodero del cielo.
Los niños se extrañaron ante semejante cambio, y corrieron a sus casas.
Las nubes retumbaron y el cielo lloro.
Nadie oyó la canción que avecinaba la tormenta, como nadie oyó las canciones de la pianista que aventuraba su tormenta.
Todos los años el piano suena en aquella casona, con la esperanza de alertar a alguien, con la esperanza de poder hacer oír los pensamientos de su dueña. Cada tanto el solitario piano suena en el fondo de los recuerdos esperando a que los suaves dedos de su dueña vuelvan a acariciarlos y a tocar alegres melodías.

Ardnajela Ricle.