Un piano hacia vivir sus teclas al fondo de una casona
vieja. Tres niños jugaban en su jardín. Las lavandas se movían al son de la
brisa otoñal junto con los liquidambers. El sol reinaba en el cielo y unas
atrevidas nubes jugaban a ocultarlo. Los niños jugaban al escondite, corrían
por el enorme jardín de la casona vieja, uno se escondía tras un arbusto, otro
se ocultaba en la pobre copa de algún árbol y otro buscaba. Al grito de “Pica” corrían
a la pared de la “casa”. Tres niños jugaban mientras un piano sonaba bajo el
esqueleto de una casa destruida. Teclas que cobraban vida y reproducían una melodía,
y los niños parecían no oírla.
Sin ser oída la canción voló por entre la hierba y luego mas
alto y mas alto, hasta que logro llegar
a las nubes.
Las pomposas nubes se volvieron oscuras y ya no jugaron a
ocultar al sol, si no que lo ahogaron. El día se volvió gris, el frió se acentuó
y el viento despojo a los árboles de las pocas hojas que les quedaban. La
sombra se apodero del cielo.
Los niños se extrañaron ante semejante cambio, y corrieron a
sus casas.
Las nubes retumbaron y el cielo lloro.
Nadie oyó la canción que avecinaba la tormenta, como nadie oyó
las canciones de la pianista que aventuraba su tormenta.
Todos los años el piano suena en aquella casona, con la
esperanza de alertar a alguien, con la esperanza de poder hacer oír los
pensamientos de su dueña. Cada tanto el solitario piano suena en el fondo de
los recuerdos esperando a que los suaves dedos de su dueña vuelvan a
acariciarlos y a tocar alegres melodías.
Ardnajela Ricle.
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